¿Las amistades son para siempre?

21 de junio de 2022 Diana von Kreitmayr

“Yo reconocí que todo lo que hace Dios dura para siempre: no hay que añadirle ni quitarle nada, y Dios obra así para que se tenga temor en su presencia” (Ecle 3,14)

Me detuve para meditar sobre esta Palabra en relación a la amistad, y aquí hablo sobre amistades verdaderas, construidas, alimentadas y vividas en Dios, en las cuales Él fue el punto de partida, la fuente del amor recíproco y se convirtió también el punto de llegada.

Pero…¿Y las promesas de Dios? ¿Y la experiencia vivida? ¿Y la historia? ¿En este momento, desaparecen, pierden su valor? No. Es que Dios también nos dice que existe un tiempo para cada cosa y todas las cosas son buenas a su tiempo. Entonces, depende de nosotros ser dóciles al tiempo que Dios nos llama a vivir.

La renuncia y la distancia son decisiones que solo pueden ser tomadas y movidas por el amor de Dios. Nada más, excepto el amor de Dios, puede llevarnos a renunciar a lo más precioso. ¡Ah! Y es necesario explicar que eso no sucede de un momento para otro.

En la amistad verdadera exige una profunda reciprocidad. Entonces, cuando alguna de las partes, en la libertad que nos es dada por Dios, hace la opción de no vivir, la otra parte solo puede, como es propio del amigo verdadero, acoger la opción del amigo y seguir adelante.

Es una alegría ver que en la Palabra de Dios encontramos respuestas y dirección. El libro de Eclesiástico, capitulo 37, nos dice que la pérdida de un amigo es casi mortal. Pero todo pasa.

Y aprendemos que “todo ocurre para el bien de aquellos que aman a Dios”. Entonces, de tal dolor y sufrimiento somos capaces de tomar un bien más grande, desde  nuestro crecimiento, la madurez y la vida nueva en ambas partes.

Está claro que el amor existe en una verdadera amistad es aquel que se cita en I Corintios 13,7: “Amor que todo disculpa, todo lo cree, todo espera, todo soporta”. Eso no significa que las amistades acaben, sino que a veces ocurre que, movidos por este amor divino, los amigos son capaces de hacer renuncias, aceptar distancias, renunciando por un bien mayor.

Por mejor que seamos para nuestros amigos, solo Dios puede satisfacer el corazón humano. Cuando salimos de escena es para que Dios entre, ocupe nuestro lugar y haga lo que no podemos hacer.

“Lo que es, ya fue antes, lo que ha de ser, ya existió, y Dios va en busca de lo que es fugaz” (Ecle 3,15).

Volvamos nuestra mirada para Dios y seamos obediente a su pedido, Su voluntad para nuestra vida, seguros de que en la pedagogía de Dios hay que perder para ganar.

¡No tengamos miedo! ¡En Dios todo se renueva! ¡Tengamos fe! ¡Seamos felices!

fuentes: Cancao Nova y Catholic.net

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