Cuál es nuestra identidad
Seguir es ir detrás, implica salir de donde se encuentra uno para abrirse paso al futuro. Seguir es desinstalarse. Es atreverse a ponerse en la ruta de una vida mejor, de una vida que no busca instalarse ni acomodarse al status quo. En el contexto de nuestra fe es atreverse a correr la suerte de Jesús, el desinstalado por excelencia. Es pararse de frente al inmovilismo que siempre supone formas de dependencia; frente al estancamiento en lo que ya fue y no es. Seguir es romper con las dependencias, es dejarse cuestionar, es desarrollar la propia autonomía, seguir es, en definitiva, un nuevo estilo de vida. Seguir es buscar en todo la voluntad de Dios, para en todo servirle, en todo encontrarle y en todo amarle.
A qué Señor seguir
En el proceso de formación de los discípulos, Jesús los previene de cobijar seguimientos de ideologías, o de estilos que no representan, en nada, la forma que Jesús ha pensado de autorrealización. Jesús ha decidido realizarse en la obediencia perfecta de lo que Dios ha dispuesto para la redención del mundo. Por esta razón, en el proceso de seguimiento Jesús desafía a los discípulos con la cuestión de su identidad, para Él resulta de vital importancia develarles quién es en realidad. Así pues, ante la gloriosa respuesta de fe de Pedro, Jesús responde con la crudeza del realismo indicándole la suerte que habría de correr. Él no se deja acariciar por mesianismos románticos. Es necesario saber quién es para poder seguirle. ¿Cómo seguir a un desconocido?, ¿cómo enamorarse de una persona en la fantasía e idealismo?
Qué se exige al seguidor
A quien se decide seguir, Jesús le exige algunas condiciones. Así pues, este seguimiento lleva consigo la disposición a no dejarse retener por nada, ni a depender de nadie. Seguir, según el estilo sugerido por el Señor, es renunciar a todo, abandonarlo todo, y participar de lo que el Señor ha dispuesto para cada uno, es tener la disposición de encarnar su estilo y correr su suerte, incluso participar en su destino; el destino de la Cruz. Es un don de lo alto tener la disposición a seguir a Jesús con esta valentía.
Implicaciones del seguimiento
En razón de que a quien se sigue es al Señor de la Vida, al Salvador del mundo, se trata de encarnar el evangelio en cada uno, se exige de cada seguidor no un cambio de conducta, sino un cambio de mentalidad. Seguir se encarna estableciendo relaciones más sanas, más humanas, más profundas. Seguir al Señor se encarna no adaptándose a las formas del mundo ni yendo tras los señores del mundo, seguir se hace con espontaneidad. ¡Concédenos Señor, tener deseos de desear seguirte!
Fuentes: Semanario Alégrate - Catholic.net