Lo que tanto esperábamos

26 de diciembre de 2024 Diana von Kreitmayr

Se acerca el momento: aquello que tanto esperábamos va a hacerse realidad.

Quizá se trata de comprar una novela recién publicada, o un aparato electrónico que promete mil posibilidades, o de emprender un viaje soñado durante años.

En el corazón, sin embargo, surge la pregunta: y si no será tan hermoso como esperaba...

La pregunta aparece en una escena de la película “Tangled” (en español, “Enredados”). Rapunzel ha estado deseando, durante casi toda su vida, ver las linternas que aparecen cada año, por la noche, el día de su cumpleaños. Su sueño está por realizarse.

En ese momento, Rapunzel, que cumple 18 años, suspira y se pregunta: y si no es como yo soñaba...

Parece extraño: lo que había sido deseado con tantas ilusiones, tal vez no llene nuestras aspiraciones...

Ese es uno de los grandes misterios del corazón humano: cuando conseguimos lo que tanto esperábamos, no siempre quedamos satisfechos.

O, como se narra en la misma película “Tangled”, si lo esperado nos llena de una alegría inmensa, surge la siguiente pregunta: y después, ¿qué?

El corazón del hombre tiene unas profundidades que sorprenden. Nada nos puede llenar por completo, porque nuestros sueños y deseos buscan más y más...

Alguno dirá que tendríamos que contentarnos con lo alcanzado, que basta esta novela, o esta música, o este encuentro con un amigo de infancia, para sentirnos plenamente satisfechos.

Pero el corazón sigue deseando. Busca algo más. No puede atrapar la intensidad de un instante, pues se escapa de nuestras manos.

Ese algo más, ¿es imposible? ¿Es absurdo? ¿Es decepcionante? ¿No nos agotamos al perseguir, uno tras otro, nuevos sueños?

Algo nos dice que tiene que haber una realidad, una Persona, que colme nuestro corazón.

Esa realidad, esa Persona, tiene que ser perfecta, tiene que ser infinita, tiene que ser eterna, tiene que ser buena.

Es decir, solo puede ser Dios. Porque, como dicen las primeras páginas de las Confesiones de san Agustín, hemos sido hechos para Dios, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Él, verdadero Amigo que sacia todos nuestros mejores deseos...

 

Fuente: Catholic.net

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