En este año la Iglesia nos ha pedido prepararnos y orar por el Año Jubilar que está por comenzar, el 24 de diciembre en el Vaticano y a partir del 29 de diciembre en las diócesis, pero ¿sabemos que es un Jubileo?
Una primera idea la encontramos en la Biblia que dice que debía ser convocado cada 50 años, porque era el año “extra” (cfr. Lv 25, 8-13). Aunque era difícil de realizar, se proponía como la oportunidad para restablecer la correcta relación con Dios, con las personas y con la creación y conllevaba el perdón de las deudas, la restitución de los terrenos enajenados y el descanso de la tierra.
Bonifacio VIII, en 1300, convocó el primer Jubileo, llamado también “Año Santo”, porque es un tiempo en el que se experimenta que la santidad de Dios nos transforma. Con el tiempo, la frecuencia ha ido cambiando: al principio era cada 100 años; en 1343 se redujo a 50 años por Clemente VI y en 1470 a 25 por Pablo II.
También hay momentos “extraordinarios” que pueden generar un Año Santo, por ejemplo: en 1933, Pio XI quiso conmemorar el aniversario de la Redención y en 2015 el Papa Francisco convocó el año de la Misericordia.
También ha cambiado la forma de celebrarlo ya que en el principio era con una peregrinación, luego se añadieron otros signos como la Puerta Santa. Al participar en el Año Santo se obtiene indulgencia plenaria.
Por todo esto es muy importante participar activamente en este próximo jubileo y si es en familia, ¡mejor! Aquí te dejo mis 5Tips para lograrlo.
PRIMERO. Conoce los signos del Jubileo.
Como ya decíamos, cada año tiene sus signos particulares: la peregrinación, la Puerta Santa, la reconciliación, la oración, la liturgia propia del Año Santo, la profesión de fe y la indulgencia.
La peregrinación nos ayuda a la contemplación de lo creado, “es una expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia a su voluntad” (Francisco, Carta para el jubileo 2025). También es una experiencia de conversión, es decir, un cambio de la propia existencia, y la de la familia, para orientarla hacia la santidad de Dios.
Como la mayoría no podemos peregrinar a Roma, cada diócesis tendrá su Puerta Santa en la catedral por lo que podemos organizar una peregrinación en familia para visitarla.
También podemos peregrinar con los amigos y con los grupos que las parroquias organizarán ya que podemos hacer cuantas peregrinaciones nos sea posible. La idea es que con nuestras actitudes contagiemos el júbilo de este Año Santo, año de gracia y bendición.
No hay problema por el tiempo ya que tendremos un año completo para hacerlo y poder ganar la indulgencia.
SEGUNDO. Participa en la apertura de la Puerta Santa.
Puede ser que nos preguntemos por qué una puerta puede ser santa y la razón es muy sencilla, es el signo visible más característico porque la meta es poder atravesarla.
Cuando se abre la Puerta Santa da inicio el Año Santo y a partir de ese momento todos los fieles estamos invitados a cruzarla y recordar el capítulo 10 del evangelio de san Juan: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”.
Este gesto expresa nuestra decisión de seguir y de dejarse guiar por Jesús, que es el Buen Pastor. Por otro lado la puerta es también un paso que conduce al interior de la iglesia que para la comunidad católica, no solo es un espacio de lo sagrado, sino que es un signo de la comunión que una a todo creyente con Cristo: es el lugar de encuentro y de diálogo, de reconciliación y de la paz que espera la visita de todo peregrino, el espacio de la Iglesia como comunidad de fieles.
Por eso es necesario organizarnos para asistir como familia y cruzar juntos la Puerta Santa para recibir todas las gracias y bendiciones y participar activamente en este Año Santo.
En algunas diócesis se designan varias Puertas Santas, además de la de Catedral, como puede ser la basílica, algún santuario en especial, según la disposición del Obispo, así que es necesario que nos informemos sobre este tema para no dejar de cruzar el umbral de estas Puertas Santas en familia.
Si tienes hijos pequeños, llévalos también ya que las gracias especiales de este Jubileo son para todos y así comenzarán a participar en estas prácticas desde pequeños, así cuando sean grandes verán como lo más normal estas actividades.
TERCERO. Busca la reconciliación y ayuda a otros a hacerlo.
El Jubileo es un signo de reconciliación porque abre un “tiempo favorable” (cfr. 2 Cor 6,2) para la propia conversión, es decir, ponemos a Dios en el centro de la propia vida.
Se trata de vivir el sacramento de la reconciliación, de aprovechar este tiempo para redescubrir el valor de la confesión y recibir personalmente la palabra del perdón de Dios.
Para esto podemos hacer el ejercicio del examen de conciencia cotidiano para que podamos acercarnos a la confesión. Con nuestros hijos podemos ayudarles a hacer este examen de conciencia y si están pequeños y aún no pueden recibir el sacramento de la penitencia, si pueden hacer una carta o un dibujo para llevarlo a ofrecer en Misa para que sea un signo de poner en orden el corazón, hacer limpieza de él para estar preparados para ganar la indulgencia plenaria que trae la participación en este Año Santo.
Recordemos que nuestro ejemplo es esencial para que nuestros hijos frecuenten la confesión y la valoren como medio para restablecer el estado de gracia y la relación con Dios.
CUARTO. Gana la Indulgencia plenaria.
Una indulgencia es una manifestación concreta de la misericordia de Dios, que supera los límites de la justicia humana y los transforma. Este tesoro de gracia se hizo historia en Jesús.
La indulgencia permite liberar el corazón del peso del pecado, para poder ofrecer con plena libertad la reparación debida por ellos.
Para alcanzarla es necesario realizar algunas acciones espirituales que son indicadas por el Papa. De cotidiano hay que tener la disposición interior de un desapego total al pecado, incluso venial; estar en estado de gracia (confesión sacramental), comulgar sacramentalmente, hacer oración por las intenciones del Papa. La confesión puede hacerse el mismo día, ocho días antes o después de la fecha que se quiere ganar la indulgencia. La comunión debe realizarse el mismo día.
En familia podríamos organizarnos para hacer una jornada familiar de confesión y asistir todos juntos a la iglesia. Y si tus hijos ya están más grandes y sus ocupaciones no se los permiten, podemos establecer la fecha en que todos debemos estar confesados y que cada quien busque el sacramento según sus posibilidades de horario.
Y QUINTO. Que la actitud de júbilo y entusiasmo se te note.
Que este año seamos verdaderos peregrinos de esperanza que contagien con sus acciones a los demás de alegría, entusiasmo y del Amor de Dios.
Muchas personas no tienen la posibilidad de tener información de lo que pasa en la vida de la Iglesia, no saben que estamos a punto de vivir un año de gracia y bendición pero nosotros podemos darles ese testimonio y ayudarles a que lo vivan activamente y que ganen la indulgencia.
Nuestro testimonio es vital para que en nuestro entorno pueda verse reflejado ese gozo que emana del corazón que se ha transformado porque se ha liberado del pecado y está lleno del Amor de Dios.
Y es muy importante que comencemos con nuestra familia. Si tenemos algún hijo alejado de nosotros y de Dios, es tiempo de que vayamos por él y con amor lo invitemos a regresar a la casa amorosa de Dios que es la Iglesia y a nuestra familia.
Si nuestros hijos viven con nosotros, nuestra familia debe ser ejemplo para otras familias y que puedan ver que, a pesar de los problemas cotidianos, podemos vivir alegres y con mucho entusiasmo este Año Jubilar porque tenemos a Jesús en nuestro corazón y estamos dispuestos a compartirlo con los que nos rodean.
Aún estamos a tiempo de prepararnos para vivir este inicio de Año Jubilar en familia. Ruego a Dios que sea un año de gracia y bendición para todos.
Fuente: Catholic.net